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Imagen extraída de la Red Internet. |
He entrado en este salón después de varias horas poniendo en orden mi pensamiento.
Abro la ventana y ardo en deseos de sentarme en una butaca mecedora que, dormida en un rincón, recuerda a un arpa becqueriana, deseando que activen su esencia.
Entra la luz de un nuevo día. Me siento a mecerme observando cómo los rayos diurnos bañan la estancia de una atmósfera propicia para afrontar una nueva tarea.
Surgen los pensamientos, los recuerdos, el símil constante de la ventana que proyecta la luz del APRENDIZAJE sobre mi persona:
Aún recuerdo el primer día que abrí esta ventanilla al mundo exterior. El corazón me latía en una taquicardia desconocida. Aunque ya había trabajado antes atendiendo una ventanilla de usuarios en una entidad bancaria, nunca lo había hecho ante padres y madres de alumnado de una Comunidad Educativa donde todos (o casi todos) me terminarían por conocer como «la chica de la ventanilla».
Para mí era un reto personal en el que la toma de contacto visual e inicial (ROSTROS) y la interacción individual (PALABRAS), prosperaban en pos de una intención: LA COLABORACIÓN.
Una actitud colaborativa no es una tarea de fácil resultado. A veces a esa «ventanilla» llegan personas que creen tener unos derechos adquiridos por el simple hecho de ser usuarios de un sistema (el cliente siempre lleva la razón).
Cuando me encuentro con este tipo de situaciones enseguida busco la forma de colocarme a ese otro lado del cristal que me separa del usuario. Un rostro, una mirada y unas palabras me ponen en situación.
Es lo que se denomina Práctica Reflexiva, que no es más que un monólogo interior en el que evalúo:
¿Cómo me gustaría que me atendieran? ¿Qué grado de protagonismo quiero recibir ante mi demanda? ¿Impera la escucha activa? ¿Estoy siendo bien atendido conforme a mi demanda?
Es por ello que me gusta documentarme debidamente cuando los plazos del mundo educativo se abren y cierran por espacio limitado, accediendo a las normativas y decretos (artefactos), comprobando qué ha cambiado, qué se ha añadido o qué se puede mejorar.
…y la sonrisa.
La sonrisa es la práctica genuina y cotidiana del agradecimiento.
Ya… y la Utopía en la que se bañan mis palabras, pero esa es la materia de la que se nutre mi personal reto.
Cierro los ojos (cierro la ventanilla) agradeciendo todo lo aprendido, visualizando esos campos (personas/usuarios) que se llevan algo de mí (representando a la ADMINISTRACIÓN) en su memoria selectiva.
Y vuelvo al acomodo de mi habitación, donde los muebles que en el inicio de los días me parecieron obsoletos, van tomando una apariencia más actual…
No sé porqué llegué hasta aquí…pero sé que se está produciendo EL CAMBIO…
Alicia y su Mooc…que es tuyo.